BUENOS AIRES (ACI/EWTN Noticias).- El Arzobispo de La Plata (Argentina), Mons. Héctor Aguer reflexionó sobre un estudio del experto italiano no católico Roberto Volpi, quien en un reciente libro afirma que «es curioso que se acuse a la Iglesia y a Benedicto XVI de ser dogmáticos cuando los dogmáticos son los otros».
En su última reflexión televisiva semanal en el programa Claves para un Mundo Mejor, el Prelado abordó lo tratado en el libro del italiano que se titula «El Sexo Superado: El crepúsculo de la reproducción sexual en Occidente».
En el citado texto, el autor que se dedica a la demografía y la estadística, afirma que la catastrófica caída de la natalidad en Europa se debe a la banalización de la sexualidad, un camino equivocado, y que a este camino equivocado se le dio la consistencia de un dogma, de una creencia.
Al respecto, el Arzobispo dijo que «el punto de partida de su estudio registra este hecho: cómo ha caído y sigue cayendo la natalidad en los países de Europa, y en general en Occidente. Explica que el umbral de reposición de una generación es el nacimiento de 2,1 hijos por mujer. Es un promedio. En los países europeos la tasa va del 1,3 al 1,8 o sea que está lejos de reponer la generación, es decir que nazcan más chicos que gente que se muere».
«Esto implica una cantidad de problemas. Podemos decir que la población europea sigue aumentando en cuanto que hay inmigrantes que se suman, pero con todas las consecuencias de carácter cultural, social y religioso que se puede imaginar. No obstante esto, el problema preocupa mucho a los gobiernos europeos, desde hace tiempo, solo que no dan con la solución, o mejor dicho que emprenden soluciones equivocadas».
Esto, dijo Mons. Aguer, «es lo que enseña Roberto Volpi pero lo interesante es que identifica como una causa principal de esta caída abismal de la natalidad, en los últimos 50 años, al hecho de la destrucción de la familia, de la destrucción del matrimonio, concretamente el divorcio».
«Es decir, las consecuencias del divorcio tomado como un remedio y generalizado. Otra causa es la revolución sexual. Es decir, la sexualidad desglosada completamente de la procreación, de la comunicación de la vida. La sexualidad, dice este autor, ha adquirido una valencia terapéutica universal. Es una actividad que se emprende para sentirse bien, para pasarla bien. De allí su banalización».
El Arzobispo comentó que «hay constataciones de este libro que me sorprendieron enormemente», como por ejemplo el hecho constatado de que «hoy una mujer tiene menos relaciones sexuales con un varón que cuando el matrimonio vivía su época dorada, se refiere al ‘matrimonio a la italiana’ tal como aparecía reflejado en el cine de los años 50 y 60″.
«¿Cómo se explica esto? Porque hoy la mujer tiene más libertad, ciertamente, pero carece de la regularidad de la vida conyugal que era propia del matrimonio y que se reflejaba en el nacimiento de los hijos. Hoy día el bebé es un riesgo a evitar».
En su libro, Volpi afirma que «los datos nos demuestran, en escala prácticamente planetaria, que existe una fuerte correlación directa entre el uso del preservativo, y más en general de los anticonceptivos, y la tasa de natalidad y de abortos en edades adolescentes. Cuanto más crece el uso del preservativo más crecen aquellas tasas que, no por casualidad, alcanzan valores máximos en países como los de Escandinavia e Inglaterra y, en general, en la franja noroccidental de Europa, notoriamente la más avanzada tanto por los programas de educación sexual previstos desde la más tierna edad cuanto por la difusión de los medios anticonceptivos en general».
«Afirma Volpi que no se trata de teorías sino de hechos reales constatados estadísticamente y añade: «No hay eficacia alguna verdaderamente demostrable del preservativo contra la transmisión de enfermedades de origen sexual y contra los nacimientos y los abortos en la edad adolescente», dijo Mons. Aguer.
Monseñor Aguer precisó que sobre la base de datos precisos el autor «expone también la razón de este hecho. Es que se ha encarado el sexo como una valencia terapéutica, y el propósito de evitar el bebé y la enfermedad a toda costa, pero en términos puramente biológicos, como si la sexualidad fuera nada más que una realidad biológica, cuando se trata de una realidad profundamente humana, que tiene dimensiones sentimentales, afectivas, racionales, libres, culturales, sociales».
«El libro da para pensar, no solo por el problema de la natalidad sino, en general, por lo que significan programas de educación sexual engañosos, como los que se están aplicando en la Argentina. Contenidos de educación sexual en los colegios que, como enseña este estudioso, están reducidos a la problemática biológica de la sexualidad y no encaran el fenómeno humano, delicadísimo, bello, profundo, que el sentido común de antaño, la razón natural bien fundada en datos científicos y la Iglesia, siempre han defendido».
El Arzobispo dijo finalmente que «pero resulta que aquí no se trata de religión sino de ciencia. Esto lo muestra la ciencia. La ciencia muestra que las pretendidas soluciones no son tales».