REDACCIÓN HO.- En declaraciones a Aciprensa, el médico italiano relata su historia.
El médico abortista comenzó a cambiar cuando se casó con María Carmela, médico pediatra. Antonio Oriente explica que pasaban los años y no podían concebir un hijo, mientras él seguía -como él mismo dice- «matando a los hijos de los demás».
Cada día al regresar a casa, el médico encontraba a su esposa llorando. Una noche decidió quedarse hasta tarde en su consultorio porque “estaba destruido, y no podía volver así a mi hogar”. Aquella madrugada, un matrimonio llamó a la puerta del consultorio pensando que algún problema le estaba ocurriendo al médico. Antonio Oriente se sinceró con ellos y el matrimonio lo invitó a asistir a un encuentro de oración.
Su proceso de conversión
“Desde entonces –afirma Oriente-, comencé a conocer a un Dios distinto al que conocía, porque anteriormente el cristianismo me parecía una obligación y lo odiaba. Este Dios era misericordioso y me decía: ‘Ábrete a mí, abandona todo tu sufrimiento’”.
“Un día sentado ante el crucifijo escribí una carta al Señor, lo que yo llamo un testamento espiritual: Nunca más muerte hasta la muerte. ¿Qué clase de hijo soy yo que asesino a los hijos de los demás? Abandono la cultura de la muerte y abrazo la vida”.
Su encuentro con el Papa Francisco
El 20 de septiembre pasado Oriente pudo estar cerca del Papa Francisco en la audiencia privada que concedió a los participantes de la Conferencia Internacional Mater Care que se celebró en Roma. Oriente no formaba parte de la delegación de ginecólogos que saludaría al Santo Padre. Sin audiencia reservada ni pase alguno, Oriente decidió viajar a Roma para unirse al Mater Care.
Horas antes de tomar su vuelo pasó por su consultorio y “como un robot”, según explica, se dirigió a la silla de los pacientes para mirar en su base. Encontró ahí una estampa del año 1999 de la Virgen de Luján, la patrona de Argentina, país natal del Papa Francisco.
En ese instante, Oriente comprendió que debía tomar la imagen consigo y volar con más decisión que nunca hasta Roma. “Al llegar a la Sede de Pedro –cuenta-, me encontré con un Obispo, le dije querecorrí 800 kilómetros hasta llegar hasta allí y que traía conmigo las herramientas del aborto para deponerlas ante el Papa. La Virgen estuvo conmigo”.