(ANS – San Benito) – «En cada abrazo, en cada caricia, en cada lágrima que comparto con estas personas extraordinarias yo encuentro a Cristo y no hay palabras para describir lo que se siente. Es un privilegio y un honor para mí dedicarme a ellos». Este es el espíritu con el que Emanuela, una joven médico italiana del Movimiento Juvenil Salesiano, quien está haciendo un mes voluntariado en la misión salesiana de San Benito, Guatemala.
Emanuela llegó a principios de junio y quedó inmediatamente impresionada por la belleza de la zona y por las realidades extremas: «el paisaje es maravilloso, un verde natural del bosque que realmente te deja con la boca abierta. Sin embargo, es un país muy pobre, donde no todo el mundo tiene una casa y muchas carreteras ni siquiera están pavimentadas». La pobreza se asocia a menudo con la delincuencia, tanto difundida que «el segundo pasajero de la motocicleta aquí no puede usar un casco, dado que la mayoría de los asesinatos eran realizados por sicarios en movimiento».
En este contexto,las obras salesianas representan la vanguardia de la educación y el desarrollo social; obras son enormes, pero minúsculas en relación a las necesidades de la población: «En Italia nos quejamos que no tenemos suficientes sacerdotes, sin darnos cuenta de la gran riqueza que poseemos. En Guatemala, los sacerdotes realmente no son suficientes y muchas personas tienen que conformarse con una misa por año debido a que el único sacerdote debe cumplir con las necesidades de las 80 comunidades».
La gente esverdaderamente muy amable: «aquí acoger no es solo dar hospitalidad sino hacerse cargo de todos los problemas y todas las necesidades que tiene la persona»; y la oración es constante en la vida de las personas, «existe la conciencia de que todo viene de Dios y solo a través de Él se puede lograr. Aquí es hermoso orar, y por primera vez puedo decir que oré con el corazón».
La condición de la mujer, sin embargo, esterrible, víctima entre las víctimas; y lo mismo pasa con los enfermos y los pobres que no pueden pagar la atención que necesitan. Como Ángel, niño de dos años y medio, condenado a un final evitable, a causa de una infección trivial. «Partí con la convicción de que aquí el Señor tenía algo que decirme, pero honestamente ahora, no lo estoy entendiendo», dijo amargamente Emanuela en un momento de desesperación.
Pero las luces existen: el retiro organizado por los Salesianos para 64 adolescentes, abierto a todos, con canciones, juegos, compartir… dejó a los jóvenes felices, porque tal vez por primera vez, se sentían amados. «Tener a alguien que cuide de ellos, que muestra otro tipo de vida con diferentes valores e ideales, como los propuestos por el cristianismo es crucial! Y esto es precisamente lo que los salesianos aquí con gran dificultad intentan hacer», concluye.