Los salesianos que trabajan en los dos centros Don Bosco de Monrovia -(8th. Street y Matadi) vuelcan ahora todos sus esfuerzos en proyectos que puedan ofrecer ayuda a 1.200 niños y niñas que viven con el riesgo de terminar en las calles. Los menores que han perdido a sus familiares son ahora la gran preocupación de los misioneros mientras la población intenta recuperar poco a poco la normalidad tras ser declarado Liberia «país libre de ébola».
“Agradecemos toda la ayuda recibida, nos transmite energía y nos permite organizarnos y animar a todos para que Liberia pueda volver a caminar. Ahora mismo estamos ayudando a las familias con dificultades en sus gastos cotidianos y para comprar material escolar. En este año hemos podido ofrecer 253 becas de ayuda”, asegura el misionero salesiano Nicola Ciarapica.
El fin de la emergencia nacional, decretado hace un mes por la Organización Mundial de la Salud (OMS), después de más de 4.600 muertos, en realidad se parece más el inicio de una convalecencia marcada por la esperanza. «Los comercios están abriendo de nuevo, mientras que las personas están regresando a la normalidad, las escuelas han reanudado sus clases y el Gobierno y las instituciones internacionales están trabajando para que clínicas y hospitales vuelvan a funcionar a pleno rendimiento», comentan los misioneros.
«Es como respirar un aire más puro y fresco y vivir, por fin, sin miedo a infectarse con una enfermedad incurable, de necesitar un hospital y no encontrarlo abierto, de tener que ayudar a un familiar o un amigo infectado sin saber muy bien cómo, de ser evacuado de tu casa y trasladado a un centro de aislamiento, de morir y acabar incinerado en lugar de tener tu sepultura», sostuvo Nicola Ciarapica, misionero salesiano en el Colegio Don Bosco Matadi de Monrovia.
Según la Encuesta multisectorial de Liberia, del pasado mes de abril, los sectores de población más necesitados de ayuda son las niñas, las mujeres embarazadas y las madres, sobre todo de edades comprendidas entre los 15 y los 18 años. Otro grupo de riesgo son los huérfanos, más de 3.000 niños, según las estimaciones, que han perdido a uno o ambos padres por el ébola.