“Tal vez de estos sucesos, la memoria nos será de ayuda”. Estas son las palabras con las que Eneas les decía a sus compañeros en la adversidad del destino y en los peligros. (Virgilio, Eneida, I, 203)
Don Bosco recuerda que en sus primeros años de vida una gran hambruna golpeó la región, no se podían adquirir alimentos, aun pagando precios elevadísimos, Margarita buscó la manera de obtener algo de comida para sus hijos, pero no fue posible.
Miró los ojos de sus hijos. Ellos siempre estaban hambrientos. No perdió el coraje ni la serenidad por un momento.
Y continúa Don Bosco en sus memorias – “Mamá no se quedó tranquila y dijo: En casos extremos, medidas extremas».
Tomó el cuchillo grande y entró en el establo. Con la ayuda de Bernardo Cavallo mató el ternero. Y esa noche la familia Bosco pudo saciarse y comer carne hasta saciarse.
Antonio que era un muchacho ya grande, muy preocupado preguntó: “¿Cómo vamos a hacer sin el becerro? – Responde la mamá – Se tiene que sacrificar por lo que es realmente importante. Ustedes son más importantes que el becerro”.
Juanito masticaba con gusto el pedazo de carne y escuchaba atento las palabras de su madre que jamás olvidaría.
Es un ejemplo a recordar, como nos lo sugiere el poeta Virgilio, sobre todo en los momentos de crisis donde debemos enfrentar cambios violentos que afectan profundamente nuestras vidas.
El miedo o el estupor son nuestras primeras reacciones. Todos sentimos miedo y nos asustamos cuando ocurren cambios profundos, cuando ocurre la crisis. Sin embargo, aun en estas situaciones inciertas surgen grandes posibilidades, y una vez que se vence el miedo y se comienzan a explorar; se nos desvelan nuevos modelos y nuevas prácticas, muchas veces más efectivas que las anteriores.
Estas son las ocasiones donde se debe vencer el miedo y comenzar a caminar, tal como mamá Margarita lo hizo en aquel momento, y cuando las señales eran claras que se debía matar el “becerro dorado”, aunque nos enoje hacerlo porque nos da seguridad, y como don Bosco ha hecho muchas veces, poner nuestra fe en Dios y dar el siguiente paso: desprenderse, comprometerse y optar por lo primordial.
Como afirmaba Zygmunt Bauman, recientemente desaparecido: “El mundo es un lugar donde todas las moradas son temporales y no eternas ni estables, y donde todos las señales del camino son giratorias”.